Abril encendió la solidaridad al prójimo y el amor a la patria. La reacción a la represión del Gobierno ante las protestas contra las reformas del Seguro Social fue generalizada. Aquellos barrios de la capital, que permanecían callados ante tanta barbarie producida por la Policía Nacional, hizo eco. En los departamentos, también, el pueblo despertó. Masaya, León, Juigalpa, Estelí, Matagalpa y otras ciudades protestaron contra el actuar sanguinario del Gobierno.
Las barricadas que desde la década de los ochenta no se veían, resurgieron con más intensidad. En los barrios populares, en las vías de acceso a las universidades, la Carretera Panamericana y demás vías de importancia del país fueron bloqueadas por barricadas o tranques. Adoquines, rótulos, palos, alambres y todo lo que la población logró utilizar, sirvieron a los manifestantes de escudo para protegerse del embate de la Policía Nacional, que desde el primer día de protesta reprimió.
En los pueblos, el ataque fue brutal. Paramilitares, codo a codo con la Policía, arremetieron contra los protestantes. No había marcha atrás. Proteger sus vidas era prioridad. En el paso de las llamadas “caravanas de la muerte” fallecieron cientos de manifestantes, incluso menores de edad. Por ellos, un pueblo entero pide justicia.